Rubus idaeus

Este arbusto perenne que pertenece a la familia de las rosáceas, cuyas frutas tantas delicias traen a nuestros platos o inclusive tomándola nada más recolectarla, también tiene muchas virtudes para nuestra piel en sus pepitas.

Su aceite vegetal extraído de sus semillas es un verdadero tesoro para nuestra piel. Especialmente rico en caroteinoides y vit. E, por su acción antioxidante retrasa el envejecimiento cutáneo, disminuye los procesos inflamatorios de la piel y la protege frente a los cambios climáticos.

Posee también un ligero filtro solar que prepara la piel para antes y después de la exposición solar al mismo tiempo que la cicatriza y reestructura.

A mi me gusta mucho para el contorno de ojos junto con el aceite de Rosa Mosqueta y en la fase oleosa de muchas de mis cremas. Es muy apropiado para la piel sensible, madura e inclusive para la piel seca.

Deciros también que su aroma no nos lleva en absoluto al de la fruta.

A tener en cuenta, cómo ya os he comentado en ocasiones anteriores, de no confundir los aceites vegetales con los aceites esenciales y que es un aceite vegetal sensible a la oxidación por lo que una vez abierto lo conservaremos en frio.